Pongamos
las cartas sobre la mesa.
Si
el lector está esperando un profundo análisis, desglose o autopsia del
contenido del II Salón del Manga de Bilbao, evento que se celebró entre los
días 24 y 26 de junio de 2016 en el Palacio Euskalduna, me temo que aquí no lo
va a encontrar.
Cubrir
un evento es agotador. Te obliga a estar allí desde el mismo principio hasta el
mismo final, a hablar con todo el mundo, a asegurarte de que aprecias y
entiendes todos los aspectos que la convención tiene que ofrecer y un largo
etcétera. Es un trabajo pesado y tedioso que requiere, como poco, cierto grado
de motivación. Dado que yo ni cobro por este trabajo ni soy periodista, no le
debo nada a la profesionalidad. Lo hago por el simple placer de hacerlo, y ese
placer hay que encontrarlo. Si pude hacer un primer análisis del Salón del
Manga de Getxo es porque ya lo conocía y ya tuve la oportunidad de disfrutarlo
a mi manera. Me dieron ganas de hacerlo y lo hice con mucho gusto. Pero no
sabía prácticamente nada acerca del Salón de Bilbao. No sabía qué esperarme. Y,
a menos que seas un maestro a la hora de jugar con el hype y los sentimientos de la gente, el desconocimiento total y
absoluto no da ninguna emoción.
Por
eso, he querido regresar a mis raíces y empezar de cero. Después de muchos
años, he decidido volver a disfrutar de un salón a mí manera, a mí ritmo. He
asistido a las conferencias que me interesaban y he visto el contenido que me
ha llamado la atención. Ni más, ni menos. Así que, al menos este año,
disculpadme si no escribo un reportaje como Dios manda sobre el II Salón del
Manga de Bilbao. Si lo preferís, podéis considerarlo unas impresiones. Creo que
será mucho más digerible de ese modo. Y, ya que sólo voy a hablar de aquello
por lo que me interesé, podéis encontrar el resto de actividades y contenido en
la página web oficial. Os
prometo que no muerde.