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2012/03/18

Rte: Conciencia

“Felicidades. Has alcanzado la mayoría de edad. Toda una infancia soñando con ser adulto; infancia que, ahora, llega a su fin. Ya eres un hombre, una persona de pleno derecho, de la que nadie debería tener que hacerse cargo. Responsable, independiente, preparado para la vida. Ahora deberás dejar de lado esas tonterías que solías hacer y centrarte. Se acabó el tiempo de ser un niño y de hacer el loco por ahí. Has pasado de joven adulto a adulto joven, con todo lo que ello conlleva. Bienvenido al cruel mundo real, y recuerda que ahora puedes ir a la cárcel.”


Me he tomado la libertad de condensar en 100 palabras lo que la gente lleva años diciendo acerca de tu mayoría de edad, y que ahora repiten insaciablemente en cuanto surge la mínima ocasión. Te gustaría volver a ser un niño sólo por dejar de escuchar tanta chorrada junta, lo sé, pero hay que apechugar, chavalote. Pero, ¿te has parado a pensarlo en serio? Yo creo que no, y lo sé mejor que nadie. Te habla esa vocecilla a la que, hasta ahora, nunca escuchabas. Puedes llamarme Conciencia, si gustas. Encantado de conocerte, Gabriel Fiallegas; lo mío me ha costado.


Hagamos un repaso de tu vida. Naciste el 16 de marzo de 1994. Lo único destacable es que naciste por cesárea por estar dado la vuelta, literalmente sentado. Toma ya, eras raro hasta antes de nacer. Y menuda cicatriz le dejaste a tu pobre madre: sus historias cuentan que el doctor allí presente proclamó triunfante que “había nacido un panocho” y que traías a las enfermeras loquitas de lo mono que eras. Creo que perdiste ese magnetismo con las mujeres aquel mismo año. En fin, ya sabes que mamá exagera todo lo referido a ti, sea bueno o sea malo.


Ya demostrabas torpeza y cabezonería desde pequeño, además de unos niveles de repelencia superiores a la media. Traías a tus padres de cabeza, ¿eh? Berreabas como una bestia por las noches, lanzabas los biberones por ahí, tardaste muchísimo en hablar y andar, desobedecías por vicio, te castigaban en el colegio a diario… E incluso tuviste una etapa en la que odiabas a tu madre y a tu abuela, con lo que ellas te quieren. Llamar a una abuela “vieja inculta” no está nada bien, y nunca le has pedido perdón. Por no hablar de que no dabas una a derechas.


Luego pasaste a primaria y, mágicamente, te centraste; puede que sea debido a que aprendiste a leer, lo cual parecía ser tu más ferviente deseo. Descubriste que, al menos, había algo que se te daba bien: eras uno de los más listos de tu clase, y sólo dos personas te hacían sombra. Fue agradable destacar por fin en algún aspecto en vez de no ser más que un segundón inútil, aunque ser un “empollón” no ayudó a que te socializases. En aquel momento, el único amigo de verdad que tenías era Asier, pero tenías que compartirlo demasiado. Y dolía mucho.


Asier Rodríguez Murua. Tres palabras que, aún hoy, te evocan infinidad de recuerdos. Tras ellas se esconde una amistad que ha durado años y años y que aún hoy se mantiene, aunque en menor grado; por desgracia para ti, Asier se ha cambiado de escuela este año y apenas le ves ya. Aún así, procura no perder jamás su amistad. Ya sabes lo que duele perder a un mejor amigo; te ha pasado varias veces. Julen, Cabado, y por qué no decirlo, Fígaro. Todos han desaparecido de tu vida, y tus sentimientos hacia ellos difieren. No, por favor, no llores.


Son tres perdidas que dolieron muchísimo. Te separaste de Julen enfadado con él y nunca pudiste pedirle perdón. Se fue y no volvisteis a hablar. No pudisteis. Cabado, tocayo de Rodríguez, decidió un día no hablarte. Era tu mejor amigo, y él lo sabía. ¡Si se lo habías dicho mil veces! Ni siquiera yo sé qué pasó para que te dijese “ya no quiero hablar contigo” de un día para otro, sin darte ninguna explicación. Pero no volvisteis a hablar jamás. Y Fígaro… Bueno, diré simplemente que matarías a quien dijese que perder a una mascota no duele, ¿me equivoco?


Aunque bueno, no todo fue malo, ¿no? El colegio tuvo sus cosas buenas. Seguías siendo bastante retraído, pero conociste a uno de tus modelos a seguir. De hecho, es tan recurrente que ya has hablado de él incontables veces en el pasado. Fue casi tu guía espiritual. Juan Carlos. Probablemente, el nombre compuesto más importante de tu vida. Mentor, maestro, inspiración viviente. Aquel que avivó pasiones que, hoy en día, siguen palpitando dentro de ti con fuerza. Deberías ir y agradecerle algún día todo lo que hizo por ti y toda la ayuda que te brindó. Fue un profesor genial.


Supongo que no está de más mencionar tu prácticamente nula vida amorosa antes de pasar a tus andanzas en el instituto. Sólo ha habido dos retazos de amor en estos dieciocho años que llevas en el mundo. El primero vino a los… ¿Seis, siete años? Es tan estúpido que casi da vergüenza mencionarlo. Una chica preciosa, pura e intachable se acercó a ti y te pidió que fueses su novio ya que le gustabas mucho. Pero no quisiste herir a Asier, a quien esa chica le gustaba, y le dijiste que no, que “no te querías casar nunca”. Menudo imbécil.


A veces pienso que eres tan bueno que eres tonto de remate. Esa chica te gustaba mucho. Muchísimo. ¿Por qué le dijiste que no sólo porque pensabas que le haría daño a tu amigo? ¡Si se le veía encantado! Luego pasaste años lamentándolo, y con razón. ¿Recuerdas aquel sueño que tuviste a los doce años, ése en el que estabas con ella y que reanimó un amor que creías ya extinto? ¿Recuerdas cuánto tardaste en volver a superarlo? Y pensar que podrías haberlo solucionado con un simple “sí”... Si es que no das una a derechas, te lo tengo dicho.


Como tú bien dices, eso no es más que una anécdota graciosa; eras tan joven que aquello no cuenta para nada. Y, para el caso, la relación con la otra chica a la que le has gustado también puede reducirse a anecdótica. ¿Cómo puede empezar a gustarte una chica a la que ni siquiera has visto en persona, y más habiendo hablado tan poco con ella? Sí, lo sé; te van las chicas o muy dulces o con mala leche, pero es que es ridículo. Y que ella te confesase que le gustabas tampoco ayudó. Toma combinado de amores imposibles.


Entraste en el instituto y no estabas preparado en absoluto. Una manada de nuevos compañeros que, por qué no decirlo, te intimidaban muchísimo. Demasiada nueva gente con la que tratar, aunque ahora varios se hayan convertido en algunos de tus mejores amigos: Alberto, Iván, Eder, y, sobre todo, Jon Benjamín Rábago Ruiz. ¡Menudo personaje! Lo vuestro empezó como una relación de amor-odio y así se ha mantenido durante estos seis años, y todo porque nació un día antes que tú. Pero reconoce que ese irritante sabelotodo ha acabado convirtiéndose en tu mejor amigo. Y, si fueses valiente, se lo dirías.


Tus notas bajaron y llegaste al nivel de la prole. Algo estaba constriñéndote el pecho y haciendo que no sacases lo mejor de ti. El nerviosismo te carcomía. Ese lugar te daba un miedo infernal, ¿verdad? No sabías lo que podrías encontrarte, y temías que acabases drogándote, moviéndote con mala gente o Dios sabe qué. Volviste a retraerte, especialmente tras el varapalo de perder a tu mejor amigo de una manera tan seca y crucial. Y, reconozcámoslo; nunca volviste a ser el mismo. Como tú bien sueles decir, tú antes eras listo. Antes. Pero ya no recuerdas cómo se hacía.


Sin embargo, al final no fue un sitio tan malo, ¿verdad? Allí conociste amigos y a otro de tus mentores intelectuales, el nunca suficientemente ponderado Elías. Fue una estancia bastante agradable. Incluso formaste parte del consejo escolar durante un par de años, y la única razón por la que ya no estás en él es porque, en pocas palabras, ya no existe. Y, eh, ¡comenzó tu vida como otaku! Eras y eres el único otaku que conoces en tu instituto, pero al menos tuviste el valor de confesarlo desde el primer momento, a pesar de las burlas que ya preveías.


De todos modos, ser un raro, un friki, o lo que quisieran llamarte, te ha reportado más satisfacciones que disgustos, si es que ha habido alguno. Has conocido a gente increíble gracias a esta afición, aunque algunos ya hayan desaparecido de tu panorama por una u otra razón. Moni, Devon, Blareot, Ruper, Pé, Xtinx, o toda la pandilla de ESPAL en general; Parri, Ricc, Selene, Glac, Hina, Miyu, que podrían reducirse al grupo “fandom de Inazuma Eleven”; y gente que no entra en ningún grupo concreto, como Nick, Bill, Mery, Fer, Juan o FJ. Todos son geniales; conserva su amistad.


Y, ya que sale el tema, deberíamos hacer un alto para hablar de Inazuma Eleven, ¿no crees? Discretamente, casi sin darte cuenta, empezaste a entrar en este mundillo tan grande. ¿Cómo empezaste? Supongo que con aquel dibujo de Mark Evans que hiciste hace años. Luego sabrías que se llamaba Mamoru Endou, pero ésos eran ya temas que no te interesaban. Y, ahora, mírate: dibujos a mansalva, roleplay, fics, gente asombrosa… Podrás decir muchas cosas, pero lo que es innegable es que ese cabeza de balón al que conociste un sábado en FDF te ha dado muchísimas alegrías en estos años.


Pero no todo han sido alegrías, y eso lo sabes perfectamente. ¿Cuántas veces has llorado en la soledad de tu cuarto, cubierto por las sábanas, buscando un solo aspecto de ti que no fuese totalmente asqueroso, lamentándote por cosas que no tenían solución, rememorando tiempos mejores y rogando a tu difunto abuelo que, de estar ahí arriba, te diese fuerzas para seguir tu camino y poder volver a la luz? De nada sirve lamentarse por estar gordo, no tener amigos o haber perdido la facilidad para estudiar; sólo te hará sentirte peor. ¡Levántate y lucha por lo que quieres, maldición!


Ahora estás en segundo de bachillerato. Has sido forzado a abandonar el Ignacio Ellacuría porque se ha fusionado con el Zurbaran y te han mandado allí. Tus compañeros son los mismos, pero el ambiente es diferente. Nuevos profesores, nueva gente. Moros y gitanos por todas partes, como si de una plaga se tratasen. Puede que el entorno influya en que tus notas hayan bajado tantísimo. ¡Has dejado tres, maldita sea! ¿Dónde está aquel chico que consideraba una derrota aplastante sacar menos de un siete y medio? ¿Es que ya no eres capaz de hacerlo? No, no es eso. Escúchame bien.


Tu problema es que no te centras. Tienes la cabeza llena de aire. Eres un vago y no tienes fuerza de voluntad para ponerte a hincar los codos como Dios manda. No sabes ponerte delante de un libro y estudiar durante horas. Pero no basta con admitirlo, tienes que hacer algo al respecto o, sinceramente, estás jodido. Adiós a tu sueño de ser diseñador de videojuegos, grafista, artista conceptual. Adiós a ser traductor, doblador, escritor. Necesitas ir a la universidad, y para ello tienes que esforzarte. Ya queda poco, no te angusties. ¡Da lo mejor de ti mismo, Gabriel! ¡Ánimo!


En fin, creo que no me dejo nada en el tintero que merezca que recalque acerca de tu vida, chaval. Porque tu vida acaba de comenzar. Eres un adulto. Una persona nueva y completa. Te falta madurar, pero eso es algo que da la vida, así que vívela como debe ser vivida. Como bien diría Aitor, tu profesor de química, hay tiempo para todo, así que tómatelo en serio pero con calma. Estudiar y ser inteligente no va en contra de disfrutar, divertirse, socializarse, hacer lo que te gusta. Aprende a equilibrar ocio y trabajo y serás feliz, estoy seguro.


Gabriel Fiallegas Medina, te deseo lo mejor, porque tu mal es el mío. Ahora que me conoces, no dudes en llamarme cada vez que lo necesites; existo por y para ti. Deja que Conciencia te guíe. Yo te ayudaré a encaminar tu vida a partir de ahora y hasta el día en el que mueras. Pero dependo de ti. Si no pones de tu parte, yo no puedo hacer nada. Haz que me sienta orgulloso de ti. Llega allá donde quieras. Y mejora tus habilidades sociales, que no te vendrá nada mal. Aquí me despido, amigo. Mucha suerte. La necesitarás.