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2014/04/15

Antón Palomar: El invisible mundo del doblaje

Uno tiene sus pasiones. Las hay más obvias que otras, pero algo fácil de adivinar tras pasar cinco minutos hablando conmigo es que adoro la industria del doblaje español y sueño con que se le dé el reconocimiento que se merece. Encuentro que es un tema que se ha tratado y se trata muy mal en los medios —a excepción de alguna joyita suelta por ahí, como Voces en Imágenes—, y eso es una auténtica pena. Tenemos la enorme suerte de contar con algunos de los mejores actores de doblaje del mundo, pero nos dedicamos a aprendernos los nombres de los actores de voz estadounidenses o japoneses, que, si no hablamos dichos idiomas, ni nos van, ni nos vienen. Comprendo bien esa sensación de rechazo a todo lo que viene de nuestro país, porque, sinceramente, hay muchas producciones que son, cuanto menos, carne de San Juan, pero no es cuestión de caer en la idealización ciega del material extranjero e ignorar el trabajo autóctono realmente bien hecho.

Antón Palomar.
Creo que este tema da para mucho, pero hoy no nos concierne. En su lugar, quisiera ofrecerle al fiel lector la oportunidad de echarle un vistazo al mundo invisible del doblaje a través de los ojos de un profesional que lleva más de 20 años en el oficio. Yo mismo aspiro a entrar un día en dicho mundo —crucemos los dedos, ¡o no!—, pero creo que las palabras y experiencias de un auténtico doblador pueden resultar mucho más interesantes y enriquecedoras que cualquier cosa que yo pueda decir. Puede que leer lo que Antón Palomar, mi antiguo profesor de doblaje, me contó os haga daros cuenta de ciertas cosas que, por obvias, podríais haber pasado por alto hasta ahora.

Palomar (Bilbao, 1965) es un hombre risueño. Hablar con él y reírse a carcajadas son dos cosas que van estrechamente unidas de la mano, ya que adora los chistes y los juegos de palabras. Es una persona que sabe crear buen ambiente y, como actor que es, se muestra relajado sea cual sea la situación. Sin embargo, cuando se le pregunta por su trabajo, sus habilidades le traicionan y comienza a hablar en voz baja: despacio, suave y feliz, como un padre que habla de sus hijos. Ese amor le viene desde su juventud, y de ello me habló en esta entrevista, entre otras cosas.

1.      ¿Qué estudios cursaste?
Cuando hice COU, no tenía muy claro qué hacer. Bueno, sí tenía muy claro qué hacer, pero en casa lo que tuviera que ver con arte dramático, bellas artes o no sé qué era como... la locura. Entonces, tuve que apuntar por Empresariales; empecé Perito de Minas, y al poco me planteaba “¿qué hago yo aquí?”, y también se lo plantearían los profesores, supongo. (risas) Y finalmente acabé en Valencia, haciendo Prótesis Dental, que tenía que ver algo con la boca y el aparato fonador; ya estaba en camino. Yo sí que había hecho, con amigos y tal, siempre, desde adolescentes; habíamos hecho cosas de teatro, cortos o lo que sea. Y prueba de ello es que uno de aquéllos, de los del círculo de amigos que más estábamos, del instituto y tal, es actor profesional en Madrid a día de hoy. Otro, aunque hizo Periodismo y tiró por el tema de publicidad y tal, aún sigue haciendo cosas de cortos y teatro. En plan no profesional, pero le gusta. Y, curiosamente, también de la gente que nos movíamos, otro hizo Dirección de Arte: él pinta, de vez en cuando hace cosas de radio... Curioso. El caso es que yo acabé con la Prótesis Dental. Hombre, me gustaba, si quieres verlo así, la parte “artística”, que siempre la hay en todas partes. Y en busca de trabajo como protésico en Madrid, y ya subvencionado por mí, me fui a Madrid y entonces me metí a una escuela a aprender doblaje. Y a partir de ahí, me quedé con el doblaje; ya no hice ninguna otra cosa. Empezó a salir bien la cosa, empecé a trabajar en ello y hasta hoy. Hasta hoy, de momento. (risas)

2.      ¿Cómo acabaste en el mundo de la interpretación? ¿Fue algo vocacional?
Ya desde adolescentes hacíamos cosas en el grupo de Sorginak, o La Mandrágora. A los 20, por ejemplo, un amigo ya se fue a Madrid y hasta hoy. Y yo me quedé con el hermano pequeño, con el doblaje. Pero sí que fue desde pequeños; lo que pasa es que entonces decir en casa que [querías ser actor] era como “no, no, hay que hacer algo que dé”; ni siquiera hay que hacer Historia; hay que hacer Empresariales, Económicas... Cosas así. Algo que saque partido, cosa que hoy da igual. Hoy a los críos les dices “bueno, haced lo que os dé la gana, que os guste y que lo paséis bien, porque tiempo de estar parados ya vais a tener. Por lo menos, si no estáis parados, haréis lo que os gusta”.

3.      ¿Tienes algún modelo a seguir, o lo tenías cuando empezaste?
No, la verdad es que no. Muchos, igual, pero [ninguno en concreto]. Hay críos que desde pequeños saben qué quieren ser; yo ni siquiera sabía si quería ser bombero, o qué. Hay gente que desde pequeño lo tienen clarísimo: “yo voy a ser esto”, y luego les sale o no les sale.  A mí lo del doblaje sí que me llamaba la atención; te fijas desde crío en las voces y tal. Y dentro de la interpretación, podría haber hecho, igual, otra cosa, pero el caso es que cuadró bien.

4.      ¿Por qué actor de doblaje en vez de actor a secas?
Me imagino que [pensé] que sería más viable. Igual era un camino más corto. Lo veía, yo creo, como más viable. Yo pregunté en Madrid qué escuelas había –creo recordar que entonces había cuatro—: fui a la Unión de Actores, que estaba en la calle Montera, al lado de Sol, y ahí me hablaron de varios sitios. Llamé, pregunté, y en el que mejor encajaba por horario y por pasta, ahí acabé.

5.      ¿Has actuado alguna vez delante de las cámaras o en vivo?
Sí, pero todos fueron proyectos pequeños. Aunque, bueno, en la página de Lanbide, doy las instrucciones yo. (risas)

6.      ¿En qué año trabajaste por primera vez como doblador? ¿Recuerdas cuál fue tu primer papel?
Recuerdo que sería por el año ochenta y... algo. [No sé si] fue mi primer papel, pero desde luego la primera serie fue en un estudio que había en Pamplona, y que íbamos con una ilusión de la pera. Era una serie de animalitos, y yo hacía un zorro; no me acuerdo cómo se llamaban. El caso es que lo que me agobiaba era si perdía el registro o no, y se lo comentaba a otros que estaban empezando como yo, y resulta que me decían que [estaban] igual que yo. Me acuerdo de ir al baño y en el baño hacer la voz del personaje, porque [pensaba] “ostras, se me va a olvidar, se me va a olvidar”. Y eso es todo. Normalmente se empieza por cosas pequeñitas que ni siquiera recuerdas. Te acuerdas, igual, de lo más principal, porque al final se entra como en una rutina de hacer, hacer y hacer.

7.      ¿Te costó mucho llegar a hacerte un hueco dentro del sector del doblaje?
Supongo que sí, pero creo que he tenido suerte, que ha sido un camino rodado. Como en la mayoría de las cosas, a veces es estar en el sitio; otra cosa es que lo sepas aprovechar, y que en el momento en el que tienes una oportunidad, le puedas sacar partido. A veces lo que cuesta es encontrar esa oportunidad, pero yo creo que, después de todo, he sido afortunado: una cosa ha llevado a la otra, incluso ahora que está pegando una crisis que... Bueno, pero no es el tema. (risas)

8.      En todo el tiempo que llevas en esta profesión, has doblado a cientos o miles de personajes diferentes; demasiados para recordarlos todos, y más sabiendo que con la mayoría sólo trabajas durante unos días. Aun así, ¿hay alguno del que conserves un recuerdo especial? ¿Por qué?
Algunos duran poco, pero otros en series largas duran mucho; véase Doraemon, que ahora mismo se están haciendo los últimos 36 capítulos y van del mil treinta y algo al mil cincuenta y pico. Ese personaje, Suneo, ya es como que uno va envejeciendo con él, (risas) porque son muchos años. El personaje de Boo-chan en Shin-chan, que aunque luego me sustituyó Alberto [Escobal], porque yo estuve un año de excedencia y se quedó con el personaje. Pero también había otra serie, Kochikame, de varios cientos de capítulos, donde yo hacía a un policía tonto, a Terai. Eso, por decir algunos. [También recuerdo] Ángela Anaconda, por ejemplo, donde hacía al hermano de Ángela y a la profesora, que era una mujer un poco así. Es que hay muchísimas; tendría que haberme hecho una chuleta. (risas)

9.      Llevas muchísimo tiempo trabajando en este sector, y has vivido cómo ha evolucionado con el tiempo. ¿Cómo es el mundo del doblaje hoy comparado con cómo era hace diez o veinte años?
Rápido, veloz. Hemos pasado de la época analógica a la época digital. Hemos pasado de bandas a ordenadores. Hemos pasado de diez segundos de pre-roll para entrar a grabar, para que se sincronice el U-matic con la banda, a darle a grabar y estamos dentro, y tener, igual, un pre-roll de tres o dos segundos simplemente como una cuenta atrás; estamos dentro y grabamos. [Hemos pasado de meter unos tiempos y esperar a que aquello avance hasta el punto a localizar un take instantáneamente]. Una barbaridad, porque estamos hablando de imagen y sonido, ambas cosas, y el cambio es brutal. Por lo tanto, el volumen de takes por hora puede aumentar a la hora de hacerse. Otra cosa es que sea más o menos locura.

10.  Eres uno de los pocos actores de doblaje vascos que han salido de aquí para trabajar en sitios más importantes, como Madrid. ¿Es muy diferente trabajar fuera de Euskadi?
Técnicamente, es lo mismo: hay una convocatoria, un reparto y a grabar. Otra cosa es que en Madrid haya más trabajo y haya más pelea, porque también hay mucha más gente. Pero, vamos, como cualquier otra historia. Sí es verdad que en Madrid y en Barcelona se hacen más producciones de cine, y aquí más series de dibujos, series de televisión o este tipo de cosas. Pero aquí también se ha hecho cine, y no solamente de dibujos animados. Una que recuerdo, por ejemplo, fue Revolver, y era para el cine. Lo que pasa es que hay cosas que se graban aquí y luego se mezclan en Barcelona, o incluso se puede, por temas técnicos, [dividir el doblaje]. En la última entrega de la serie, al Inspector Gadget le hacía [Jordi Estadella] allí, [en Barcelona], y aquí se hacían al resto de los personajes. Lo mismo pasaba, por ejemplo, con Titeuf. Al personaje principal lo doblaba [Sara Vivas], y aquí se hacían los demás. Yo tenía a Vomitor. (risas)

11.  Últimamente, está de moda ver series y películas en versión original subtitulada, y muchos países han disminuido su producción de doblaje a causa de esto. ¿Qué crees que le aporta el doblaje a los contenidos audiovisuales?
La facilidad de entendimiento para la gente que no sabe idiomas, pero es la lucha de siempre: si una versión original hay que mantenerla en original, pero para quien no entiende, pues o se subtitula, o se ponen unos auriculares para que alguien haga una traducción simultánea, o se dobla. Con un subtitulado, sí puedes llegar a perderte cosas de la película, pero sí es cierto que al doblar estás “haciendo la trampa” y robándole el sonido original, pero, bueno, ésa es la pelea eterna. De todos modos, creo que se seguiría viendo igual. No creo que, porque llegase más material en versión original, la gente se pusiese a ver películas españolas porque estaban en español.

12.  ¿Cómo definirías tu trabajo?
El trabajo de un doblador tiene que ser como el trabajo de un árbitro en el campo de fútbol: tiene que ser discreto. Si se habla del árbitro, es porque algo ha hecho mal. El doblaje tiene que pasar sin pena ni gloria, en el anonimato. Otra cosa es quién está detrás de ese trabajo: no solamente los dobladores, sino los ajustadores, los traductores y un montón de gente que está también. A lo mejor, la parte más visible del mundo invisible del doblaje son los actores de doblaje, ¡y ellos son los más visibles! Hay un montón de gente alrededor que está trabajando y que es importantísimo su trabajo para un resultado aceptable o bueno, y resulta que están todavía mucho más en el anonimato. O los directores de doblaje, que a lo mejor no necesariamente tienen por qué doblar.

13.   ¿Crees que la labor de los actores de doblaje merece más reconocimiento en España, como tiene en otros países como Estados Unidos o Japón? ¿Qué mejorarías, si tuvieses la oportunidad?
Yo creo que está poco o nada reconocido, pero supongo que ése es también el lado discreto. En realidad, quien ve una película no tiene por qué plantearse que es otra persona la que le está poniendo la voz. Si empieza a "sospechar" (risas), la cosa no parece que vaya muy bien. Pero sí es cierto que la gente sabe que hay algo detrás, y simplemente se acaba hablando de varios elegidos que parece que hagan todo. Pero hay una comunidad importante de gente que dobla.

14.  La industria avanza, y tu sector no es una excepción. En los últimos años, el doblaje ha excedido los límites del cine y la televisión y se ha extendido a otros campos, siendo los videojuegos uno de los más populares hoy en día. ¿Has tenido la oportunidad de trabajar en alguno? ¿Cambia mucho el modus operandi cuando sales de lo convencional?
Sí. Que recuerde, por ejemplo, [trabajé en el juego de] Las Tortugas Ninja, donde hacía el mismo personaje que en la serie, Donatello; en Shin-chan y en Doraemon, así, que recuerde. La forma de trabajo, sí, [cambia,] porque no tienes una imagen de referencia: tienes, a lo mejor, un audio como referencia para, más o menos, ajustarte a él en tiempo y en énfasis. Eso, por un lado. En otras ocasiones, lo que se hace es grabar determinadas frases para tener recursos. Las frases se van grabando, los ad-libs –sonidos diversos de gritos, de caída, de recibir un golpe, de dar un golpe...—, y se hacen muchos diferentes para que luego haya variedad. Y a lo mejor no has tenido tampoco ninguna referencia. Puedes tener una referencia de audio, incluso ver la gráfica, y tratar de ajustarte a eso porque luego va a tener una boca, o directamente frases sueltas y luego las van colocando donde quieran. Pero también en doblaje hay varias formas: no siempre es un trocito de película que se ve varias veces, se ensaya y se graba ajustándose a la boca del personaje. Hay veces que se empieza por el otro lado, grabando los textos interpretados, y luego dibujan sobre lo grabado. Eso lo hice yo con Lorri, [un personaje de Animal Channel], que eran películas de cine. Y también puedes no tener sonido, porque es una primera producción y nunca ha tenido doblaje; no tiene música ni nada, así que se hace el doblaje, se le pone la música y se termina. Hay muchas formas.

15.  A pesar de no estar tan involucrado en el asunto como otras personas, ¿cómo estás viviendo la aparente desaparición del doblaje en euskera? ¿Ha afectado a tu trabajo de alguna manera?
Al mío, menos, porque yo no doblo en euskera, pero algo, sí, porque si las empresas o los estudios de doblaje se resienten porque no reciben “inyección” por parte de ETB, que es quien más volumen de trabajo mueve en euskera, se resiente también para todos, porque en un estudio donde hacen euskera también hacen castellano y lo que toque. Pero, si se resiente, se resiente también para el lado del castellano.

16.  Como actor en activo, eres una “figura pública”, pero, probablemente, el estar detrás del micrófono en vez de delante de las cámaras dificulta bastante que la gente se dé cuenta de quién eres, por mucho que hayan escuchado tu voz. ¿Ocurre a menudo que te reconozcan? ¿Qué se siente cuando pasa?
No, no suelen reconocerme. Es más, hay gente a quien le dices quién haces y dice “no”, así que ni aun diciéndolo. (risas) Menos a mis hijos, que reconocen en cualquier registro o en cualquier cosa que oigan grabado: "eres tú". O alguien que te haya oído mucho, porque, al final, es como una huella dactilar. Tú tienes unas formas de decir, más o menos, y te pueden llegar a pillar. Pero oírte por la calle y reconocerte, no. Pero ¿qué se siente cuando pasa? La verdad es que está bien; no es algo incómodo, es agradable. Hombre, es agradable si alguien dice “ah, tú eres no-sé-cuál, qué guay”, y no “ostras, tío, qué asco me das”. (risas) Pero de momento no ha pasado.

17.  ¿Eres de esos profesionales que desprecian el término “doblador”? ¿Crees que degrada la labor de los actores de doblaje?
A mí me da un poco igual. Igual "actor de doblaje" suena mejor, o parece que al decir “doblador” como que no se asocia, o se trata de asociar menos, a la labor artística, a la labor de actuar, pero no. Tampoco creo que la gente que diga “doblador” lo diga con connotaciones peyorativas.

18.  No sólo eres un actor, sino que también enseñas a serlo. ¿Cómo te convertiste en profesor?
Me lo ofrecieron, acepté, se formaban grupos y, bueno, lo cierto es que me lo paso bien con la gente. Tú, además, algo sabrás... (risas) Al final, siempre sale algo de ahí: prueba de ello es que estamos hoy aquí. De hecho, ya llevo unos cuantos años, y un poco como que te renueva, aunque los grupos son siempre muy heterogéneos de edad y demás. Hay veces que la gente tiene mayor conexión como grupo, y yo con ellos, pero "extra-clase" también, incluso [hasta el punto de] tomar algo. Y otras veces, no. Hay de todo, pero creo en esos nueve meses de clase, en ese “embarazo”, por lo menos, aprenden a saber cómo es la profesión y a hacer. Es un despertar, y sí puedes hacer cosas; otra cosa es que luego tengas que seguir trabajando. Y si no, sirve hasta para ponerse delante del micrófono, o para quitar vergüenzas, porque hay veces que estás ahí con grupo y tienes que estar haciendo cosas aparentemente ridículas: ponte a llorar, ponte a reír, ponte a gritar y parece que estás haciendo “otras cosas”... (risas)

19.  ¿Qué te ha aportado convertirte en profesor?
Te actualiza con la gente, porque siempre es gente nueva, y te aporta que acabas conociendo a alguien con quien, por una cosa o por otra, sigues abriendo caminos. Es un lugar de encuentro.

20.  ¿Qué es más difícil, ser actor o ser profesor?
Yo dando clases no lo paso mal, y doblando, a veces, sí. Mal en el sentido de que, cuanto peor lo pasas, mayor es el reto. Lo que pasa es que hay otra cosa que hay que añadir, y es que hay que hacerlo echando virutas. Entonces, está esa parte que no gusta del trabajo, que es "ostras, ¿y esto no se podría hacer con más tiempo?", que a lo mejor le habría dado otra vuelta, [pero] tienes la presión de Producción, del tiempo. Y luego hay trabajos que te gustan más y trabajos que te gustan menos. Hay trabajos que son más motivadores y trabajos que [lo] son menos. Una cosa es hacer un trabajo por el que te van a pagar y te pones a hacer, hacer, hacer, y crin-crin, crin-crin, crin-crin; y otra cosa es hacer cosas que reúnan todo: dificultad como reto, personaje que sea complicado, o lo que sea, como una publicidad, y que a la vez tengas tu tiempo para disfrutarlo. Pero normalmente se cruza todo. Hay cosas con las que uno realmente se lo está pasando bien, y [piensas que] esto sería bueno estar un tiempito con ello, o que tuviéramos todos los días o todas las semanas algo de esto. Una cosa es eso: dibujos animados, documentales y tal. Que hay documentales bonitos, pero igual habla más rápido que la pera y a ti te hace repetir demasiado, o porque los textos tienen unos trabalenguas más complicados que la pera; [está] ese nivel de dificultad interpretativo, que te va a costar más cada take, si lo miras por tiempo y precio, como un taxímetro. Pero el resultado, dices “joé, qué guay”, aunque normalmente no se acaba uno de quedar del todo satisfecho; siempre piensas que a esto se le podría haber dado otra vuelta. “Si hubiera podido, si me hubieran dejado... ¿Y cómo vamos? ¿Y cómo vamos? ¿Y cómo vamos de tiempo?" "Oye, pues tiene que quedar hecho..." (risas). Eso es algo de lo que se olvida la gente, o que no sabe: que, al final, esto es una cadena de montaje, como cualquier otra fábrica.

21.  ¿Tienes algún proyecto para el futuro, profesional o personal?
No lo sé. Lo que no sé, por ejemplo, es dónde va a estar el doblaje dentro de diez años. Mientras siga habiendo doblaje, probablemente siga en la rueda, en el tema; si no hay doblaje, no tendré elección. Habrá que hacer otra cosa, no sé qué, o irse, o poner un alquiler de barcos, o irse al Caribe. La verdad es que no lo sé. Ahora mismo, lo que más preocupa son los críos, que tienen 15 años, pero en cuanto se hagan mayores tampoco van a querer saber nada de mí. Pero vete a saber. ¿A mí que me gustaría? Pues estar cerca de la playita, pero las cosas están complicadas ahora, porque tampoco sabemos nuestras jubilaciones cómo van a ser, si van a ser, o qué. Hay veces que el hecho de que ocurran cosas te hace pasar a un siguiente plan sin que tú lo programes demasiado. Porque hay veces que, por más que tú programes algo, acaba viniendo como viene. Entonces, ahora mismo, a mí me gustaría seguir trabajando con esto, o con lo que esté relacionado con tema de interpretación. Si no puede ser así, tendrá que ser otra cosa, pero, ahora mismo, con seguir con eso, ya es un buen pensamiento, un itinerario. Por lo demás, no tengo tampoco ningún plan. Bueno, lo de la playa me atrae mucho. (risas)

2014/03/26

Carlos Olías de Lima: Speaker de rebote

Ya soy todo un universitario y, como todo universitario que se precie, me veo acosado por incontables asignaturas de relleno que, por muchas vueltas que intentes darle, jamás tendrán ni la más mínima relación con lo que se supone que estoy estudiando. Al lector curioso y poco informado le diré que soy estudiante de Comunicación Audiovisual en la facultad de Ciencias Sociales de la UPV, situada en ese reino ajeno a las leyes divinas y humanas llamado Lejona. Pero soy positivo. Puede que una asignatura llamada Comunicación Comercial, Corporativa e Institucional no me vaya a servir de nada jamás, pero, ¡qué caray!, eso no quiere decir que no pueda intentar disfrutarla mientras dure. Sí, es cierto; algunas asignaturas son más difíciles de disfrutar que otras, pero mi mirada positiva prefiere decir que hay clases más divertidas que otras. Y he de reconocer, y con placer, además, que les he cogido cierto gusto a las asignaturas de periodismo, por malvados que lleguen a ser mis profesores.

El periodismo es precioso; siempre y cuando puedas trabajar en las ramas divertidas, claro está. Pero, fíjate tú por dónde, tengo una asignatura que se basa exclusivamente en los géneros divertidos del periodismo, y entre ellos se encuentra el que se ha convertido rápidamente en mi favorito: la entrevista. Siempre he sentido una devoción desmedida por escuchar la historia de la gente, ya que considero que todo el mundo puede dar una respuesta interesante si se le pregunta de la manera adecuada. Lo ideal es pedirle que te cuente su vida y agarrarte al objeto fijo más próximo, pero mucha gente necesita que se la estimule un poco más para soltar, de una manera absolutamente sincera, tanto con su interlocutor como consigo mismo, todo aquello que tan celosamente guarda en su interior. Es una experiencia irrepetible, y por eso es tan poco común.

Considero que todo el mundo tiene una historia digna de ser contada, pero nuestro profesor, que es un gracioso de cuidado, nos pidió, sin embargo, que buscásemos a auténticas celebridades: en sus propias palabras, "alguien a quien yo conozca". Esto me puso en un brete, porque yo los únicos contactos que tengo son los abrazos que me da mi mamá. Fue entonces cuando, como caído del cielo, mi antiguo compañero de Doblaje, Carlos Olías de Lima, de quien ya he hablado en este blog, me concedió una entrevista en calidad de profesional, y mi profesor la aceptó, a Dios gracias.

Carlos Olías de Lima trabaja de speaker en Miribilla, amenizando partidos de baloncesto desde que iba a la universidad, y ese oficio le ha llevado a diversos lugares a demostrar sus dotes: ciclismo, eventos dispares, e incluso al mismísimo San Mamés. Olías de Lima, convertido en padre, ha vuelto recientemente a la universidad e incluso se ha decidido a sumergirse en el vasto mundo del doblaje, y me ha hablado de todos esos temas en la primera entrevista de su vida, la cual os traigo porque, sinceramente, no podría gustarme más, y me dolería no poder exprimirla como se merece.

Olías de Lima (Bilbao, 1980) es una persona peculiar. Curioso por naturaleza, antes incluso de comenzar la entrevista, él mismo me quiso hacer preguntas a mí sobre varios temas, prestando absoluta atención a todo lo que tuviera que decir. A sabiendas de que su trabajo consiste en hablar, no es difícil imaginar que él entiende mejor que nadie el valor de escuchar, pues eso es lo que le da de comer. A pesar de ser docto en su campo, parece vacilar a la hora de hablar, como si tuviese que medir cada una de sus palabras, pero todas sus declaraciones gozan de gran fuerza. En comunión con sus estudios, Olías de Lima se presenta como el paradigma de lo que esperamos de todos los políticos: sincero, responsable y sin miedo a abrirse frente a los demás.

(Y, respecto al título del artículo, sí: tenía la oportunidad de hacer un chiste de baloncesto y la he usado.)