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2012/05/20

Me doy asco


A principios de este año recibí una trágica noticia. Puede que los que me seguís en Twitter lo recordéis, pero, de todos modos, nunca está de más repetirlo. Mi tía abuela María, a la que dentro de la familia todos llamábamos “prima”, falleció finalmente a sus alrededor de 100 años. Una vida entera que desaparece en un instante.
Y me doy asco.

Mi madre vino a darme la nueva casi llorando; sus ojos estaban definitivamente mucho más rojos de lo que deberían, al menos. Me entristecí, sí. Un poco. Como cuando te dicen que esa noche en vez de las croquetas que esperabas cenarás verdura porque la masa aún tiene que reposar. Nada serio. Es como si me hubiera enterado de que el primo del tío del nieto de un amigo que hace tiempo que no veo ha sufrido un accidente montando en bici y se ha torcido el tobillo. Poca cosa. Para nada parecía que la que hubiera muerto era una mujer a la que conocía de toda la vida y que tanto quería y apreciaba.
Y me doy asco.

Mi prima María era una buena mujer. Vivía en Valladolid; íbamos a visitarla cada vez que nos acercábamos a pasar unos días al pueblo (¿Recordáis las “Crónicas desde Canalejas”? Pues eso). Su marido, casi tocayo mío, y es que estuve a punto de heredar su nombre, había ascendido a los cielos unos años antes. Cuando se fue, mi prima María me solía decir que ponerse triste por su muerte sólo entristecería al ido, donde quiera que estuviese. De todos modos, su voz temblorosa me indicaba que no era capaz de aplicar para sí los consejos que me estaba dando a mí. Al menos, no de momento.
Y me doy asco.

Recuerdo perfectamente su cara, aunque procuro guardar en mi memoria la que tenía antes de ponerse tan enferma. Y es que verla en sus horas bajas daba lástima, pena, e incluso algo de miedo. El abrazo de la Parca se cernía sobre ella, pero, casi milagrosamente, consiguió zafarse de él. Quién diría que sería la vida misma y no un virus quien se la acabaría llevando. Una mujer tan fuerte viendo su existencia acabada de un modo tan frágil. No somos nadie. Jamás pude despedirme.
Y me doy asco.

En cierto modo, no sé si estoy siendo cínico, insensible o sólo estoy siguiendo el consejo que ella me dio, ése que ni ella misma fue capaz de cumplir hasta tiempo después de que se fuera su marido. Quizás nuestra generación sea lo suficientemente asentimental como para superar este tipo de dolor sin más. ...No, no lo creo. Porque sé que, en otros casos, limpiaría mi cuerpo de pena a base de derramamiento de lágrimas. Lo he hecho antes y lo volveré a hacer en el futuro.
Y me doy asco.

Tampoco se puede decir que mi estado actual sea lo suficientemente feliz como para haber aplacado una tristeza semejante. No me siento especialmente triste, pero sí frustrado. Mis esfuerzos están resultando inútiles en muchos aspectos, tanto en el ámbito personal como en el escolar. Estoy rodeado de gente cuya mayor ambición en la vida es "pillarse un pedal" un sábado antes de "irse a partirla" a algún proyecto de discoteca. Cercado por gente y, en muchas ocasiones, solo. Ojalá pudiera acercarme a gente que de verdad merece la pena y formar una gran familia con ellos. Deseo que mi prima vuelva. Ella me daba buena conversación, profunda, reflexiva. Todo esto sin perder ese toque afectivo que tienen las abuelas.
No más selectividad. No más frustración. No más sentimientos que no debería tener y que no me llevarán a buen puerto. No más gente vacía. Solamente paz. Descanso eterno junto a aquellos que me comprenden, comprendían o incluso comprenderán. La autocompasión no me llevará a ninguna parte, lo sé. Tampoco la busco; prefiero evitar estos pequeños baches yo solo. Lo que no mata te hace más fuerte, dicen. Y engorda.
Y me doy asco.

Pero no todo es malo, al menos. Me divierto. Escribo. Participo en partidos políticos idealistas, ¡ja! Critico a gente que murió hace siglos por puro vicio. Trato de aprender y conocer gente. Doy paseos por el monte y disfruto de mi ciudad, ambas cosas al mismo tiempo. Imagino lo que podría encontrarme por el mundo y sonrío. Discuto, hablo, me meo de la risa, roleo, a sabiendas de que en esos momentos no debo preocuparme de nada. Es bonito saberlo. Los altibajos son inevitables, sí, al igual que la muerte. No somos ni perfectos ni inmortales. Las cosas pasan como deben pasar, y tratar de evitarlo sería ir contra Natura. Quizás no deberíamos preocuparnos por lo que no tiene solución, pero nuestra imperfección nos lleva a hacerlo y a exteriorizarlo mediante lágrimas. Menos esta vez. Y, sin embargo, puede que llore esta noche recordando a mi pobrecito Fígaro, aunque debería quererle menos que a mi prima porque sólo era un periquito. Pero, aún así, tengo el mismo aprecio por todos los miembros de mi familia, sean personas o animales, aunque el cariño varía de maneras ilógicas. Porque soy imperfecto. Porque no tengo sentido. Y porque ni siquiera sé lo que quiero.

Ditto, cagüenlá, no me chupes, que sigo dando asco y te vas a poner enfermo.

4 comentarios:

  1. Si cuando digo que me reservo tus entradas para leerlas con calma es por algo. Uf. Como siempre... impecable. Certero. No te pierdes en desvaríos. Y un tema, bueno, bastante duro. Lo siento por tu prima, pero si desde algún lugar la ha leído, me parece que le ha gustado esta entrada.

    En ocasiones creo que nos parecemos mucho, Miga... No me cuesta nada ponerme en tu pellejo >.<

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    1. Ja, supongo que son situaciones con las que mucha gente puede sentirse identificado, ¿no? ´u` Está bien saber que no eres el único que pasa por cosas así; hace que te sientas menos solo.

      No sé si soy merecedor de tales atenciones; eso de impecable es bastante subjetivo. ^^U Aún así, muchas gracias por tomarte tu tiempo y leerlo, significa mucho para mí. :3

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  2. Sempai:
    Mis condolencias, de veras. Jamás he perdido a alguien demasiado cercano... Persona; se han ido muchos perros, lloro a mares con ellos. No creo que debieras querer a alguien más o a alguien menos, como bien has dicho, todos los integrantes de tu familia son importantes.
    No puedo decir lo mismo que Juan, eso de ponerse en tu pelllejo, pues, de partida has vivido más que yo (eso, sin decirte viejo) y has pasado por muchisimas cosas más que yo. Por tales simples razones, y algunas más, creo que eres muy fuerte.
    Eso, y lo siento mucho por tu prima.

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    1. La edad no tiene nada que ver con estas cosas, querida. Mucha gente de cuarenta tacos no ha vivido tanto como tú o como yo, mientras que muchos renacuajos de catorce años habrán experimentado cosas con las que nosotros sólo podemos soñar. No soy fuerte; simplemente creo que todos estaremos mejor si no inmiscuyo a la gente en mis problemas directamente, aunque hablar de ellos y reflexionar nunca, nunca está de más.
      Muchas gracias, kouhai. ´u`

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