Ampliando fronteras - La Chaqueta Metálica + Apocalypto
Hay una perorata que mi profesora de Pintura me repite cada vez que surge la oportunidad –y, si no surge, ella misma se las apaña para sacarla a relucir–. Cambia cada vez y, por tanto, es difícil determinar con exactitud las palabras concretas que ella usa, pero vendría a ser algo así: “Gabriel, en esta vida hay que tener amigos hasta en el Infierno. Nunca sabes qué puede ocurrirte o dónde puedes acabar, así que conoce tanta gente como puedas, pues un día podrían darte de comer”.
Lo admito: soy joven, inexperto y, de momento, he vivido poco. También podríamos usar “imberbe” (preciosa palabra, por cierto), pero solamente en uno de sus sentidos, me temo, ya que mi vello facial comienza ya a ser más que abundante. En cualquier caso, y a pesar de que entiendo lo que mi profesora me quiere decir, aún no debo valerme por mí mismo y, por tanto, no lo he sentido en mis propias carnes. Todo llegará, estoy seguro, pero, por ahora, sólo puedo tratar de mentalizarme y afianzar esa idea en mi cabeza, pues, por el momento, para mí, un “contacto” no es más que un amigo.
Este curso está siendo bastante interesante en este sentido. Al margen de haber conocido a artistas, dobladores y demás profesionales de los sectores en los que quiero sumergirme en el futuro, he hecho amigos: muchos y, a mi juicio, muy buenos. Y, al margen de lo que un ilustrador, un periodista o un arquitecto puedan llegar a hacer por mí llegado el momento, por ahora, yo me centro en conocerles y entablar una buena amistad con ellos, pues soy de la opinión de que de todo el mundo se puede aprender algo. Una ideología, unos valores o, simplemente, una historia. El qué es lo de menos.
Una de esas personas que se han colado en vida durante este año es Carlos, uno de mis compañeros de Doblaje; concretamente, el que se sienta a mi siniestra. Carlos, además de un doblador en prácticas, es el locutor de los partidos de baloncesto que el Bilbao Basket disputa en Miribilla, un padre primerizo que compagina sus labores de educador con sus estudios de Ciencias Políticas y, en el ámbito personal, un amante del cine. Es un tipo un tanto peculiar en su manera de hacer las cosas, pero muy simpático y abierto, que siempre trata de llevarse bien con la gente y conocerla lo mejor posible, lo cual, personalmente, me hace sentir bien; pocas son las personas que realmente me preguntan por mi vida, y es una bonita sensación, aunque yo sea retraído y no acabe contando mucho. De todos modos, yo siempre estoy dispuesto a escuchar, y dado que a él le encanta hablar, formamos un gran dúo grifo-esponja.
Carlos es, como os decía, un personaje curioso. De ideas fijas y muy concretas, nunca pierde la oportunidad de exponerlas y hacerlas patentes; él, simplemente, siente que debe dejarlas salir, aun a sabiendas de que mucha gente no las entiende o no las comparte. Sin embargo, eso a él le da igual; si bien trata de llevarse bien con aquéllos que le rodean, el caerle mal a la gente o no ser adecuadamente comprendido tampoco es algo que le quite el sueño: ya sabe que es imposible gustarle a todo el mundo por una razón u otra, y los roces son inevitables. De hecho, admite sentir cierta predilección por llevar la contraria a la gente por pura diversión, aunque la idea que él defienda en ese momento no se ajuste en absoluto a su auténtico modo de pensar (una práctica arriesgada desde mi humilde punto de vista, pero a él parece funcionarle). Gracias al cielo, en sus propias palabras, yo le caigo bien, y nunca hemos discutido por ninguna razón. De hecho, siempre se ha portado muy bien conmigo y es una de las personas con las que mejor me llevo en clase. Un tipo peculiar, sí, pero maravilloso. Maravillosamente único. De esa clase de gente que le da un toque diferente a la vida.
A lo largo de los meses que llevamos siendo compañeros de clase, hemos tenido tiempo para hablar de muchísimas cosas (estar con diez personas en una clase en la que solamente hay un atril se hace largo, quieras que no). Como es obvio por la carrera que estudia, Carlos también adora la política y la historia, así que no resulta raro que acabe contándome cosas que, a veces, ni siquiera entiendo bien; tal es mi desconocimiento de la materia, me temo. Es una sensación extraña, pero estimulante: todo es conocimiento ganado, y eso siempre está bien. Sin embargo, nuestro tema favorito, puesto que es donde coincidimos, es el mundo audiovisual. Solemos hablar acerca de nuestras series favoritas, y nunca pierde la oportunidad de recomendarme alguna buena película.
Desde Prison Break a West Side Story, pasando por Carnivàle o Perdidos, Carlos me ha abierto los ojos a un mundo que, de otro modo, nunca me hubiera parado a mirar. Historias increíbles, cada una a su manera. Y, si bien algunas son capaces de quitarme el sueño por diversos motivos, descubrir cada una de estas obras está resultando todo un espectáculo para mí. No bueno ni malo, pero sí estimulante. Es algo nuevo, algo a lo que no estoy acostumbrado ni creo que lo esté jamás, y eso siempre produce un interesante chispazo en las entrañas de esa casi gelatinosa materia gris que los médicos aseguran que tengo metida dentro del cráneo.
Es por eso que, hoy, quisiera hacerle un pequeño homenaje a mi buen amigo analizando las dos primeras películas que me recomendó. De no haber sido por él, jamás se me hubiera ocurrido siquiera considerar la posibilidad de echarles un ojo, y la verdad es que, al final, ha resultado una experiencia hasta cautivadora. No retrasemos más lo inevitable, entonces. Preparaos, simples mortales, para llamarme pecador por no haber visto estas dos películas antes. Va por ti, Carlos. On y va.
La primera película que Carlos me recomendó fue un clasicazo que, aunque ya conocía, nunca había visto por la cuenta que me traía. Estoy hablando, por no manteneros en vilo más tiempo del necesario, de La Chaqueta Metálica, de Stanley Kubrick. Esta clase de películas bélicas siempre me han producido cierto malestar general al pensar en ellas; que me dan muy mal rollo, vaya. Yo tuve la desgracia de nacer hemofóbico, cosa que, supongo, ya he comentado alguna vez por aquí; por tanto, y como podréis imaginar, a mí el ver sangre me revuelve el estómago. Al contrario que al 90% de los adolescentes varones de entre 14 y 20 años, a mí la idea de las tripas brotando a borbotones del cuerpo inerte de un ser humano me atrae más bien poco. De todos modos, a medida que voy creciendo, “madurando” y haciéndome adulto, voy siendo capaz de aguantar mejor esta clase de cosas y, poco a poco, me hago más resistente al rojo líquido vital y a todo lo que éste representa: el dolor, las heridas, el sufrimiento o la muerte misma, incluso. Es irónico que algo que necesitamos para vivir nos llene la cabeza de esa clase de ideas. Pero no estamos aquí para debatir eso.
Portada de La Chaqueta Metálica. Imparcial, como veis.
Cuando Carlos me recomendó esta película, mi reacción inmediata fue “no”. No soy tan masoquista como para meterme en la boca del lobo yo mismo y lanzarme de lleno a pasar un mal rato –aunque respeto a quienes lo hacen, y no son pocos–. Sin embargo, él siguió hablando. Me dijo que la película constaba de dos partes, y que la mejor era, sin duda, la primera: si tras pasar de la mitad del film empezaba a pasarlo realmente mal, me daba total permiso para pararla, dejarla a un lado y no volver a cogerla nunca más. De todos modos, reiteró en varias ocasiones que, si bien la película contiene sangre y muertes, no es nada del otro mundo en ese sentido; no estamos hablando de ninguna clase de precursor de Saw. Así que le eché valor, procuré no pensar en que estaba a punto de ver una película de asesinatos en masa y, con un pequeño nudo en la garganta, le di al play.
Los primeros segundos de la película nos muestran el primer paso que los reclutas deben seguir para alistarse en el ejército. Un pequeño toque de humor antes de empezar con buen pie.
La película empieza de un modo divertido; bastante soez, todo hay que decirlo, pero divertido. Nos encontramos en los dormitorios de una base militar, en lo que parece ser el primer día de la instrucción. Un comandante con muy mala sangre recorre la sala gritando barbaridades y dando motecitos estúpidos a todo aquél que ose levantar el hocico o decir una sola palabra. Así, ya desde el mismo comienzo del film, el escenario y los protagonistas quedan claros. Por un lado tenemos a Bufón, un joven correcto e inteligente con demasiado sentido del humor aún cuando no debería tenerlo, y Patoso, cuyo mote es lo suficientemente elocuente como para no tener que dar demasiadas explicaciones acerca de su personalidad. Hay muchos reclutas más, por supuesto, pero quedan relegados a un plano secundario, si bien algunos de ellos acaban teniendo papeles importantes en la película.
Ya desde los primeros minutos de la película, podemos ver cómo los reclutas son maltratados tanto física como verbalmente por su instructor.
En efecto, tal y como Carlos me dijo, La Chaqueta Metálica consta de dos partes perfectamente separadas. La primera se basa en la instrucción militar: el entrenamiento en la retaguardia, la evolución de los personajes y sus relaciones personales; sin duda, la mejor parte de la película. Durante esos primeros 40 minutos, podremos ver cómo Bufón va creciendo como “máquina de matar” y acaba convirtiéndose en el jefe de su pelotón y en el instructor personal de Patoso, cuya torpeza acaba costándole castigos colectivos al resto de miembros del grupo y le hace ganarse el desprecio de sus congéneres. A partir de entonces, la primera parte se convierte en una espiral descendente que se centra en mostrar la evolución y el cambio radical de Patoso, que acaba convirtiéndose en algo que nadie hubiera esperado jamás. Y no algo bueno, precisamente.
Patoso es uno de los personajes más profundos de la historia, pues muestra lo que el abuso puede causar en un hombre.
En la segunda parte, los reclutas se gradúan y los mandan al conflicto de Vietnam; a partir de ese punto, la historia se centra en las andanzas de Bufón y en cómo trata de abrirse camino en medio de la guerra, de un modo, quizás, mucho más alocado de lo que uno pudiese suponer. Como buen marine, Bufón sueña con introducirse de lleno en el “fregao”, matar caras amarillas y volver a su barrio natal como el primero de la zona en tener una muerte registrada en Vietnam, pero, en su lugar, se ve relegado a corresponsal de guerra y acaba haciendo de “reportero dicharachero” para la revista Barras Y Estrellas junto a Rompetechos, un recluta que conoce allí. Desde la retaguardia, averigua poco a poco lo que significa realmente estar en guerra desde perspectivas muy diferentes, hasta que, finalmente, saca sus propias y no demasiado alentadoras conclusiones.
La Chaqueta Metálica muestra los horrores de la guerra y lo que un soldado debe hacer para sobrellevarlos.
Si bien cada una de esas partes podría resumirse en apenas unas líneas, dado que el argumento es en sí bastante sencillo, lo que hace grande a esta película es el modo en el que se cuentan las cosas. Lo que puesto en palabras pudiera parecer un guión simple y plano, está brillantemente narrado, escrito e interpretado, lo cual le da muchísima fuerza a la historia; de nuevo, y como en casi todos los aspectos, destaca especialmente la primera mitad de la película.
Los momentos humorísticos de la película, que se usan como salto entre drama y drama, tienden a menudo a ser soeces o de mal gusto.
Si hay algo que le da un toque macabro al conjunto no son las muertes, los disparos ni la guerra, sino la música. Si bien las melodías ambientales cumplen sus funciones sin problemas ni contratiempos, podemos percibir el siniestro sentido del humor de Kubrick por las canciones que suenan de fondo en los momentos críticos. Desde These Boots Are Made For Walkin', de Nancy Sinatra, a Surfin' Bird, de The Trashmen, por no mencionar la tonadilla dedicada a Mickey Mouse que suena en los últimos compases de la película, La Chaqueta Metálica incluye una ingente cantidad de canciones demasiado alegres para el tema que el film está tratando, lo cual, en lugar de aligerar la carga de tensión, sólo la amplifica hasta límites ridículos en el más estricto sentido de la palabra: las muertes, la guerra y demás desgraciadas quedan reducidas a bromas de muy, muy mal gusto, lo cual puede considerarse tanto una genialidad como un auténtico insulto. Pero, personalmente, yo me quedo con la genialidad. Me impresionó mucho, y eso que, como ya sabéis, la música no es algo en lo que yo suela fijarme. ¿Será acaso que estoy mejorando en esto de analizar mentalmente lo que engullo?
...No, qué bobadas digo.
Hablando de la ambientación, hay que reconocer que se hizo un buen trabajo en buscar emplazamientos y recrear escenarios dignos de principio a fin. Montar la escenificación del cuartel donde se preparan los marines quizás no tenga mucho mérito, pero recrear sucesos de guerra en escenarios abiertos y tan tridimensionales como los que aparecen en ciertos puntos de la película debe requerir muchísimo trabajo, tanto para encontrar las localizaciones como para decidir cómo colocar a los actores para que el conjunto quede creíble y lógico. Los personajes también cambian según cambia su aspecto, lo cual es una vuelta de tuerca más tanto a la evolución de los protagonistas como a la ambientación en sí; por no hablar, además, de que sus ropas, si no eran uniformes de guerra reales, desde luego se lo parecían a mi ojo inexperto. Por otro lado, Kubrick hizo un brillante trabajo escogiendo actores, si me permitís decirlo: la gran mayoría de las caras de los personajes pegan perfectamente con sus personalidades y, en casos como el de Patoso, su capacidad interpretativa es increíble (lo cual, a veces, les complica la vida a los pobres dobladores). Las explosiones de Fanta sabor fresa que pretendían hacerse pasar por sangre derramada por un tiro no quedaban tan realistas como se hubiera podido esperar de una película bélica, pero es tan solo una pequeña mancha en lo que, por lo demás, es un gran trabajo de puesta en escena. Y, personalmente, me ayudó mucho a sobrellevar mi pequeño miedo personal.
Yo también lloraría si me rompiesen mi cantimplora llena de Coca-cola.
Mas no me entendáis mal: La Chaqueta Metálica, si bien no es una mala película, aún dista de ser perfecta. Aunque no tenga fallos garrafales que vayan a echarnos para atrás mientras la vemos, sigue sin ser una obra maestra, ni muchísimo menos. Grandes actores y diálogos, música siniestra y ambientación digna no compensan el hecho de que es una película sin mucho contenido y que está llena de escenas soeces que sólo sirven para rellenar tiempo. Como bien decía Carlos, la primera mitad de la película es lo que realmente merece la pena ser visto; la parte de la guerra de Vietnam, sin embargo, es más bien regular y no sigue el buen ritmo que la instrucción había logrado marcar. No obstante, seguimos encontrándonos ante una buena cinta que, si bien no marcará nuestras vidas, desde luego merece ser vista y nos entretendrá durante dos horas que no nos arrepentiremos de haber pasado delante de la pantalla de nuestro televisor u ordenador. No es para todo el mundo debido a su temática y a su ingente uso de groserías, violencia y temas sexuales, pero son factores que no impiden disfrutar de lo que esta película tiene que ofrecernos, que no es poco. Aunque tampoco es mucho.
La virtud está en el término medio, ¿verdad? Bendito Aristóteles.
Ficha técnica:
Título: La Chaqueta Metálica (Full Metal Jacket)
Categoría: Cine
Género: Acción, drama, bélico
Año: 1987
Duración: 111 mins. aprox.
Guión y dirección: Stanley Kubrick
Estudio: Harrier Films, Natant
País de origen: Estados Unidos
En España: Sí
Lo mejor:
-Los personajes, sus diálogos y los actores que los interpretan, especialmente Patoso (Vincent D'Onofrio).
-La lograda escenificación y la casi macabra selección musical.
-La primera parte de la película: todo un despliegue de buen hacer...
Lo peor:
-...que no se mantiene en la segunda parte, haciendo que quede descolgada.
-La historia podría haber dado algo más de sí.
-Su repetido uso de lo soez para rellenar espacio.
Nota: 7,5
La segunda película de la que os hablaré hoy no es otra que Apocalypto, popularmente conocida por haber sido dirigida por el ilustre Mel Gibson, y, en mi caso, por ser una de las películas favoritas de Carlos, lo cual pesaba mucho en mí a la hora de verla. Siempre he sido reacio a la violencia, ya os lo he dicho antes, pero es un temor al que me gusta hacerle frente, aunque sólo sea como un reto personal. Carlos sabe perfectamente que tengo problemas con esas cosas y me avisó de antemano de que “es una película dura y podría no gustarte”, pero la idea de perderme una buena obra por temores estúpidos me revuelve las tripas tanto o más que la propia sangre. Por eso, el día que me avisó por WhatsApp de que iban a emitir Apocalypto en la televisión aquella misma noche, me dejé de dudas, me apalanqué en el sofá y me dispuse a verla tranquilamente.
Antes de continuar hablando de ella, dejaré una cosa clara: por buenísimo que sea vuestro inglés, no os va a quedar otra que ver esta película subtitulada. Porque los personajes hablan en maya.
Portada de Apocalypto.
La historia se sitúa en algún punto anterior a la colonización española del continente americano, cuando las tribus y poblaciones nativas aún gobernaban sin discusión los bosques y tierras de la zona. El protagonista absoluto de la historia es Garra de Jaguar, hijo de Cielo de Sílex, jefe de la aldea en la que ambos viven. Los habitantes del poblado pasan sus vidas en paz, sobreviviendo a base de caza, pesca y demás métodos naturales de conseguir víveres. No obstante, su paz se ve alterada cuando, durante un día de caza, toda una tribu desconocida llega a su bosque y pide permiso para quedarse por la zona y vivir allí, ya que, según lo que cuentan, sus tierras han sido devastadas.
A vuestra derecha, el ilustre Mel Gibson. A vuestra izquierda, eh... un pez linterna.
Tras darle a la nueva tribu la bienvenida a la zona y aceptarles en paz, los cazadores vuelven a la aldea, donde pronto serán súbitamente atacados por un ejército de guerreros desconocidos que matan al padre de Garra de Jaguar y se llevan al poblado entero de rehenes hasta el lugar donde ellos viven. Pese a todo, Garra de Jaguar consigue poner a salvo a su mujer y a su hijo, prometiéndoles que sin duda volverá a su lado. Los misteriosos secuestradores, procedentes de una ciudad mucho más avanzada que el pequeño poblado de Garra de Jaguar y los suyos, han hecho rehenes también a los nuevos habitantes del bosque, y se los llevan a todos a su ciudad por motivos que ninguno de los prisioneros entiende. Sin embargo, no es el destino que les aguarda lo que preocupa a Garra de Jaguar, sino su familia: a partir de entonces, su única meta será escapar de las garras de sus raptores y volver a casa sano y salvo, junto a los suyos, sin importar a cuántos enemigos deba burlar o liquidar para cumplir su promesa.
Garra de Jaguar, el protagonista absoluto de Apocalypto.
Ante todo, Apocalypto es una película de acción y aventuras. De principio a fin, la historia está plagada de momentos de tensión, cazas, batallas, carreras y maltratos; en otras palabras, no es una película con la que los amantes de la historia vayan a disfrutar como enanos, dado que las menciones a los ritos y cultura mayas son escasos y, en muchas ocasiones, inexactos –según nuestra amada Wikipedia, al menos–. Es, por tanto, una película puramente ficticia, sin valor histórico real y, por lo tanto, con poco conocimiento real que ofrecernos acerca de la materia. Debemos ver ese mundo como una especie de “dimensión paralela” o “universo alternativo”, con un modo personal y ficticio de ver el mundo de los antiguos nativos americanos. Aunque, como ya he dicho, es una película de acción que sólo pretende entretenernos y ponernos en tensión. Y, creedme, eso lo consigue.
Las luchas y los maltratos están presentes durante toda la película.
Esta película, al igual que la anterior, no destaca por tener un argumento trabajadísimo y quilométrico a la hora de ponerlo en palabras, pero está plagada de grandes escenas y momentos trepidantes. Si bien podríamos resumir la acción en apenas unas líneas, lo realmente espectacular de esta película es ver cómo los acontecimientos se desarrollan. La escenificación, los efectos (a excepción de los animales, todo hay que decirlo) y los actores transmiten una sensación de desasosiego muy acorde con la situación global de la película, si bien también hay espacio para ciertos paréntesis de humor y de alegría entre tanta masacre.
Humor básico. Humor de pitos.
Y es que, si algo puedo achacarle a esta película es, sin duda, el excesivo y casi morboso uso de la violencia y la crueldad explícita, por no hablar de cosas tan horriblemente desagradables como ver a un miembro de la tribu protagonista comerse los testículos de un jabalí a pelo, recién arrancados del animal. Os juro por Dios que es lo que más aborrezco de la película. Qué asco, madre mía. Muchos dirán que enseñar todo tal cual sucede le da realismo al conjunto, pero ciertas cosas, simplemente, sobran. Se supone que es una película de acción, no un vomitivo para expulsar la cena que tan mal nos sentó anoche.
Hay ciertas cosas que, por espectaculares que sean, deberían omitirse.
Como podréis imaginar, esto no es ningún musical ni vamos a ver a tribus mayas montarse espectáculos de luces y sonido en mitad de los rituales culturales –eso se lo dejamos a Kuzco y compañía, aunque ésos eran incas, si no estoy mal informado–, así que el apartado sonoro, ése que tan mal se me da juzgar, se queda reducido a la música ambiental de la película. La banda sonora no siempre hace acto de presencia, pero ése es también un buen detalle; hay veces en las que un momento tenso no debe estar empañado por una orquesta tocándote el violín al oído. De hecho, la música, por lo que pude apreciar, se encarga de darle más carga de fuerza a los momentos de acción pura, como las luchas o las persecuciones, pero las escenas más emotivas o dramáticas carecen de música alguna y tienen como único sonido ambiente, si acaso, los comentarios o gritos de los personajes de la película, o el simple sonido de la jungla o la ciudad. Es algo poco habitual –o quizás es que estoy muy mal acostumbrado–, pero para nada malo.
Cuando Garra de Jaguar empieza a cazar, el enfoque de la película da un giro completo, y eso incluye a la música.
En lo que respecta a la ambientación, los emplazamientos están muy cuidados, así como los personajes y los efectos especiales. Desde el bosque donde comienza la historia hasta la enorme ciudad donde la tribu de Garra de Jaguar es conducida, todos los entornos son realistas y están recreados de un modo fantástico; desconozco si de verdad se parecerán a los auténticos lugares que pretendían recrear, pero el conjunto general es creíble y luce estupendamente. El regreso de la ciudad al bosque, de cualquier modo, me dejó un gusto agridulce en la boca: da la impresión de que la ida es ardua, tortuosa y larguísima, pero la vuelta, desde mi humilde punto de vista, resulta ridículamente corta.
Parecidos a la realidad o no, los escenarios impresionan.
Respecto a los personajes, todos ellos van ataviados como cabría esperar de la gente de aquella época y región, piercings y demás joyería natural incluidos. No faltan, por tanto, huesos, piedras y demás artilugios atravesando diferentes partes de la cara de nuestros protagonistas y antagonistas. Quiero creer que eran de mentira, pero a Dios pongo por testigo de que no podría jurarlo. Lo que sí puedo jurar es que los efectos especiales son, cuanto menos, estremecedores. Desde las heridas más comunes a los ritos más “descorazonadores”, todos los daños físicos quedan reflejados en los personajes de un modo explícito y realista. Si bien, como ya he dicho antes, los animales de la película son todos ridículamente falsos –por muchos cambios de plano que hagan, esa pantera no será jamás nada más que un peluche–, el aspecto general es muy creíble; una vez más, quizás se pase de realismo, pero eso lo dejaré al gusto del consumidor. Aunque, desde luego, no es una película que todo el mundo pueda disfrutar.
...Sin comentarios.
En resumidas cuentas, Apocalypto es una buena película condicionada por ciertos factores. Detrás de su genial ambientación y efectos especiales y sus emocionantes escenas de acción, se esconde un morboso uso del “realismo extremo” y una historia bastante plana que sirve sólo como hilo conductor para enlazar las masacres y escenas de acción las unas con las otras. Si bien sus defectos no nos impedirán disfrutar de una excelente obra de ficción y aventuras, los más aprensivos –como un servidor– podríamos llegar a pasarlo mal por las muchas escenas explícitas que contiene en torno a la muerte, las heridas o incluso “temas genitales”. En definitiva, puede que Apocalypto no sea el mejor largometraje de la historia, pero es, desde luego, un buen chute de adrenalina en el que también hay espacio para pequeñas raciones de humor y romanticismo.
Pero sin pasarse, ¿eh? Que los mayas eran muy machos y no tenían tiempo para andarse con chorradas. Estaban demasiado ocupados comiendo testículos.
Ficha técnica:
Título: Apocalypto
Categoría: Cine
Género: Acción, aventuras, épico
Año: 2006
Duración: 138 mins. aprox.
Guión y dirección: Mel Gibson
Estudio: Icon Productions, Touchstone Pictures
País de origen: Estados Unidos
En España: Sí (Subtitulada al español; diálogos en maya)
Lo mejor:
-Increíbles escenas de acción, persecuciones y luchas; la mayoría muy logradas y realistas.
-Ambientación y efectos especiales geniales.
Lo peor:
-Uso morboso de la sangre; demasiadas escenas desagradables y no aptas para gente sensible.
-La historia podría dar para más, pero se convierte en un elemento casi secundario.
Nota: 7
Como habréis podido comprobar, Carlos y yo somos muy diferentes. No opuestos como las dos caras de una moneda, sino, más bien, complementarios. Dos amigos que, por sus diferencias, aprenden el uno del otro y son capaces de compartir algo nuevo para ambos. O eso es lo que a mí me gusta pensar, al menos. Puede que sus opiniones sean totalmente distintas a las mías en ese sentido, al igual que lo son, al parecer, a la hora de juzgar obras maestras. Mas, ¿no es ahí donde se encuentra la auténtica sal de la vida? Quién sabe. Ya le preguntaré.
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